Texto
by Mónica Gutiérrez-Aller Gª
La expresión placer para los sentidos cobra todo su
significado en Atrio: el sueño de toda la vida
perseguido por sus propietarios, Toño
Pérez y Jose Polo, se vió cumplido en el año 2011: “siempre hemos querido tener un espacio donde recibir, mimar y hacer
vivir una experiencia única a nuestros clientes”. Propósito conseguido con
creces!
Ambos
son artistas, Toño hace arte en su cocina de ensueño y Jose en su bodega y
estancias del hotel repletas de obras de artistas reconocidos. Atrio no es sólo
un hotel, y tampoco es sólo un restaurante, no se entienden el uno sin el otro,
al igual que ocurre con sus propietarios.
El hotel-restaurante es un Relaix Châteux ubicado en el
corazón del casco histórico de Cáceres, diseñado por el prestigioso estudio de
arquitectos Mansilla y Tuñón, planteado
en dos alturas más un sótano en el que se ubica “la joya de la casa”, la
magnífica bodega de la que luego os hablaré, y un espectacular ático con dos
pequeñas piscinas desde el que se puede contemplar una maravillosa panorámica
de la ciudad monumental, la sierra de Gredos y el castillo de Montánchez.
En el exterior conserva la fachada original de una casa
familiar integrándose armónicamente en el entorno histórico de la ciudad, con sus muros de mampostería (algunos del siglo
XVII), sus ventanales y elementos restaurados que dotan al edificio de un
aspecto unitario.
Nada más cruzar la puerta de entrada, el interior del
Hotel contrasta de forma impactante con el aspecto exterior: una moderna estructura de jambas rectilíneas que
ofrecen un mágico y cambiante juego de luces naturales en las estancias
comunes. Las paredes de roble lacado en blanco, los suelos de granito negro y
los muebles y revestimientos en madera natural contribuyen, junto con la iluminación, a crear una
sensación predominante de calidez y serenidad. En la decoración sobresalen piezas de muebles de diseño nórdico,
danés concretamente, con sillas de Nanna Ditzel y Hans Wegner, sofás de Erik
Jorgensen o lámparas de Arne Jacobsen. E
increíble colección de pinturas (más de cien originales) de artistas de la
talla de Andy Warhol, Antonio Saura, Antoni Tapies, Cándida Höfer, Gerardo
Rueda o Thomas Ruff que cuelgan de sus paredes.
El
Hotel dispone de 14 habitaciones, nueve dobles y cinco suites, todas ellas con
grandes ventanales (también en los baños) y equipadas con todo lo necesario
para no querer salir: bañera gigante y ducha de efecto lluvia, climatización
individual, pantalla Apple con tv y
ordenador y camas tamaño King size con cuatro almohadas de plumas y sintéticas,
sábanas de 500 hilos de algodón peinado y colchones americanos de máximo
confort. Os aseguro que hacía tiempo que no dormía tan bien como dormí en Atrio. Las amenities, personalizadas
para el Hotel, son de la boutique italiana La Bottega dell’Albergo, y las toallas y sábanas, de la firma
milanesa Frette (mismos propietarios
de La Perla), un detalle más del gusto por lo exquisito que se respira en Atrio.
El
restaurante es la piedra angular del Hotel, la estancia en torno a la cual gira
la vida y la disposición del conjunto, el
lugar en el que abandonarse definitivamente al placer por el puro placer: el
restaurante Atrio, con nada menos que dos estrellas Michelín (se rumorea
que una muy merecida tercera estrella podría caer este año), ha convertido la
modesta ciudad de Cáceres en todo un referente gastronómico a nivel
internacional, y que tras 25 años de actividad en la antigua casa, cuenta ahora
con un nuevo escenario de ensueño en el que la sensibilidad, la superación e incursiones en otras cocinas son las
señas de identidad de los fogones a mando del gran Toño Pérez.
Os puedo asegurar que la sala es un espacio mágico, donde la luz juega un papel importante, al igual que
en el resto del hotel: de día entra por las ventanas que dan al atrio del hotel
y a un pequeño patio ajardinado donde se puede desayunar y cenar en verano, y
donde Toño cuida con mucho mimo madroños, naranjos y plantas aromáticas; de
noche con una cuidada iluminación focal se crea una atmósfera casi de museo. En las paredes, de un blanco impoluto, un
Saura, un Baselitz y un cuadro del catalán Ignasi Aballi.
Y sobre el mantel, más obras de arte, esta vez
comestibles y elaboradas con todo el cariño y la sensibilidad que caracterizan
al genial Toño Pérez: su cocina es imaginativa pero
sin estridencias, basada en los grandes productos de la despensa extremeña, una
cocina de sentidos, de placer, que provoca sensaciones y emociones únicas. Podría enumerar cada plato que probé pero
creo que las palabras se quedarían cortas; lo mejor es probarlo, sentirlo,
disfrutarlo intensamente, cada bocado, a través de dos menús de 109 y 129
euros.
¿Y qué decir del desayuno en Atrio?, ya sabéis los que me seguís que los desayunos son una
de mis debilidades, y el de Atrio no es sino una continuación de la maravillosa
experiencia que allí se disfruta: desde unas delicadas migas extremeñas con su
huevo, excelente pan con jamón, hasta una deliciosa mermelada de naranja amarga
y exquisita bollería recién horneada; nada
se deja a la improvisación, simplemente, relájate y desayuna tranquilamente
rodeado de obras de arte.
Al principio de esta crónica os hablaba de la joya de
la casa: la bodega de Atrio; calificada
como una de las mejores del mundo, una
bodega de coleccionista reunida por Jose Polo en la que se aprecia su pasión y
su afán por lo excelente; una bodega circular donde reposan y envejecen, en
cajas de roble, unas 35.000 botellas de nada menos que 3.400 referencias
procedentes de 20 países distintos.
Entre ellas, auténticos tesoros de la enología como las verticales de Chateau
Latour desde 1945, Chateau Lafite Rothschild desde 1929, Chateau Margaux desde
1938, de Romanee Conti (incluyendo su Montrachet del que sólo hacen 2.000 botellas al año), de Petrus desde
1947, Dom Pérignon desde 1966, Pingus o Vega Sicilia desde 1918. Y en un
habitáculo aparte cual ábside de toda una capilla Sixtina, un auténtico tesoro:
la vertical de Chateay d’Yquem desde 1806 hasta la actualidad, una colección que nos deja con la boca
abierta.
No quiero terminar sin mencionar a todo el equipo de
Atrio, con Toño y Jose a la cabeza, quienes con su cariño, espontaneidad y
nobleza han sabido rodearse de un brillante personal: profesionales jóvenes y entusiastas que miman y
atienden al huésped en todo momento; desde su directora Carmina Márquez, al
sumiller José Luis Paniagua, -formado en el Ritz de Londres y en Mugaritz-,
domina a la perfección la que es considerada “la mejor bodega del mundo”; en total 52 personas que de forma sutil,
discreta y elegante, nos hacen sentir mejor que en casa, en perfecta armonía
con la filosofía de vida de Toño y Jose a quienes desde aquí agradezco su
atención y cariño. Atrio es una
experiencia perfecta, no quiero salir de allí.
Pza.
de San Mateo, 1, Cáceres
Tlf. 927 242 928
Fotos propias y de Atrio
Si queréis que visite
vuestro local gastro, podéis contactarme en mgutierrezaller@gmail.com
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